Un centenar de pueblos seleccionados por Viajes National Geographic ponen de manifiesto la riqueza cultural, paisajística y patrimonial de la España rural, invitando a redescubrir estos rincones con encanto que han sido, en muchos casos, secretos bien guardados. La lista recoge localidades con historias y tradiciones singulares, algunas mundialmente conocidas por recibir viajeros y peregrinos, y otras cuya belleza sigue siendo un tesoro por descubrir.
Estos destinos comparten dos rasgos esenciales: su pequeño tamaño y una estrecha relación con el entorno natural y cultural que los rodea. La iniciativa busca fomentar el turismo rural y poner en valor el urbanismo, el patrimonio y la gastronomía de estas comunidades que ofrecen una experiencia auténtica y enriquecedora para los visitantes.
Entre los lugares destacados se encuentra Castrillo de los Polvazares, en la provincia de León, célebre por sus viviendas típicas y su papel como punto de paso para los peregrinos del Camino de Santiago. Este pueblo mantiene su esencia tradicional y es un reflejo de la historia viva que caracteriza a muchas de estas pequeñas localidades.
El recorrido por esta selección no solo ofrece paisajes de ensueño, sino también la posibilidad de degustar platos icónicos de la gastronomía española y visitar enclaves reconocidos como Patrimonio de la Humanidad. Una oportunidad para conectar con la España menos poblada y descubrir sus maravillas en miniatura que esperan ser exploradas.
Castrillo de los Polvazares (León)
El verde de puertas y ventanas y un marrón rojizo presente en los muros de las casas contrasta con el cielo azul y otorga a esta localidad la aparente condición de haberse detenido en el tiempo. Situada en la comarca de la Maragatería, sus calles empedradas de acabado irregular interpelan al visitante desde otra época, aquella en la que los arrieros eran los habituales del lugar. Hoy siguen llegando hasta aquí peregrinos del Camino de Santiago buscando un descanso antes de emprender las etapas finales. El trazado original discurre por el puente viejo y sigue por la calle Real, descubriendo un auténtico pueblo maragato.
Algunas de sus casas arrieras conservan los escudos familiares sobre las puertas, la mayoría con una entrada amplia que permitía el acceso de los carros. Estas viviendas típicas fueron construidas con gruesos muros que protegían y atemperaban el interior.